Málaga, semana 2: una de frío, dos de calor
Hace un viento infernal y no para de llover, pero si te descuidas, sale el sol y acabas color langosta
La semana 2 empieza con mejor pie que la primera, que fue una montaña rusa. En el anterior boletín me dejé bastantes cosas en el tintero (¡algunas con interés turístico y/o culinario!), así que aquí van, mezcladitas con las nuevas.
El tercer lugar
Nada más llegar a Málaga me hice miembro de Monday, un co-working muy chulo que hay en Muelle Uno, al lado del Pompidou.
Llevo trabajando en plan Macaulay (solo en casa) desde 2019 –el año en el que me hice autónomo– y bajando frecuentemente al campus de Google for Startups en Madrid desde 2015 (con breve estancia en Factory Berlin en 2017), así que me cuesta vivir sin este tipo de lugares que no son ni casa (el primer lugar) ni trabajo (el segundo); claro que vas principalmente a trabajar, pero no son oficinas. No son el trabajo. Al menos para gente como yo, que no tenemos un trabajo al que ir.
Eventualmente se convierten en otra cosa, en el tercer lugar.
Al haber pasado tanto tiempo en el campus de Google, dejó de ser una simple oficina: allí iba al gimnasio, veía a mis amigos, cuidaba de la plantita que me regaló la buena gente de Tetuan Valley, conocía gente nueva a la hora de comer y me echaba partidas al Metal Slug 2 en las arcade del sótano; organizaba eventos por las tardes, desyunaba con gente de la comunidad y quedaba de vez en cuando con mis amigos obreros del píxel para echar el día allí en lugar de en casa o en una triste cafetería (como hacíamos Miguel y yo cuando el campus cerró en 2020 hasta que volvió a abrir en 2022)

Y claro, uno espera encontar un espacio similar en Málaga. Conocer gente nueva, hacer comunidad... aunque de las ciento y pico personas que debe haber aquí en el Monday, malagueñas serán 2; he quedado el jueves que viene con un francés para tomarnos una cervecita, y ya he oído hablar alemán en la mesa que hay al fondo a la izquierda. Siempre es buen momento para practicar, aber mein Deutsch ist noch nicht gut genug :(
El Muelle Uno está a 10 minutos de nuestra casa provisional1 en bici o patín por la carretera de Cádiz, y ya he descubierto que en la ciudad solo podemos circular por las calles con un solo carril y por el carril derecho cuando la velocidad está limitada a 30 km/h; Málaga es la segunda ciudad de España donde más insegura se siente la gente que circula en patín eléctrico, pero para mi esto es una buena noticia: ¡vengo de la primera2!
Al pasar por el Parque de Málaga de vuelta a casa veo chavales ensayar para (lo que supongo es) la Semana Santa, que está a la vuelta de la esquina. Igual era un grupo de punk con trompetas, who knows. No me entretengo mucho, que voy cargado con las bolsas del súper y la probabilidad de morir aumenta cada minuto.
Viejas caras, sitios nuevos
El pasado jueves, Sergio y María (la power couple favorita de esta cuenta) nos llevaron a cenar a Casa Lola y conocimos (parte de) el centro. Aprendimos qué es un capillita y las subcategorías de malaguita, pero no me atrevo a dejarlo por escrito todavía. Que te lo cuente Olga, mejor.
Todavía me sentía feliz, optimista.
Despertarme al día siguiente con faringitis galopante me apagó un poco, pero el sábado estaba suficientemente recuperado como para ir de visita a casa de los padres de Julia, una buenísima amiga nuestra exiliada en Madrid que se bajó unos días a enseñarnos la ciudad que la vio crecer.
A pocas paradas de tren de la ciudad hay (para sorpresa de nadie más que yo, al parecer) una calidad de vida espectacular, lo que me hace cuestionarme mi urbanititis3 y mi férrea resistencia a utilizar el coche (hay que cuidar el planeta, amigas). Estos son los perritos de Julia:
Pasamos un finde fantástico4 con Julia y sus amigos, que nos llevaron a cenar al Recyclo y a comer al Taró el domingo. En el Recyclo la comida no era increíble, pero el rollo mola un montón: típico sitio alternativo, aparentemente progresista, etc. – Igual es más de cervecitas y tapeo que de cenar. El Taró, por otra parte, tiene unos platos espectaculares y uno de los mejores servicios que he visto en mi vida (preguna por Cristina, si vas). He creado esta lista para quienes me leéis; por si bajáis un día, para que sepáis adónde invitarme a comer.
También podéis usar Velada, por cierto, que funciona en Madrid, Barcelona, Málaga y otro buen puñado de sitios5
Cerrando por hoy
El sábado estuve menos optimista cuando, paseando por el centro, me di cuenta de que ahora vivo aquí. No conozco nada, ni a (casi) nadie. Todos mis espacios “seguros”, mis puntos de referencia, ¡puf! Desaparecieron. Pero te digo una cosa: mis dos Carloses favoritos6 ya me están sondeando para bajar, el mes que viene se baja una amiga desde alemania y este finde hemos quedado con Carmel, Irene y Uve, que son unas tías majísimas que conozco de internet.
Irene nos ha ayudado un montón sin conocernos de absolutamente nada, y por un tuit de Carmel acabé saliendo en Diario Sur.
Al final, nos hemos pasado las primeras semanas arropados y acompañados, así que esa sensación de aislamiento y tristeza no sé muy bien de dónde sale. Como dice mi psicóloga: tendré que aprender a convivir con ella, observarla. Quizá la acabe entendiendo, quizá desaparezca… o quizá simplemente la acepte.
¡Al final voy a dejar de sentirme solo y se le va a joder el negocio al Monday!
En cualquier caso, si estás leyendo esto: huelga decir que estás más que invitado/a a venir si me das de comer. A venir a Málaga, digo. A mi casa no. O sí, depende de dónde me lleves a comer.
La semana que viene te cuento lo de Torre Mónica y te recomiendo algún sitio más. ¡También me puedes dejar tú alguno en los comentarios!
Hasta entonces, a cuidarse ♡
Los propietarios nos han dicho amablemente que nos piremos antes de agosto y así lo refleja el contrato (sabemos que no es legal, pero ponte tú a pelear). Málaga tiene un problema serio con la vivienda, pero de eso hablamos otro día.
Desde que me compré el patín el año pasado casi me matan 4 veces (una por trimestre, de media). Me gusta vivir al límite, qué le vamos a hacer.
Sí, es una palabra.
Hasta las cejas de Frenadol y Strepsils.
No me pagan por recomendarles.
Cuando me baje, vienes a la estación a por mí, y antes de ir donde sea, hacemos parada táctica en el Dak, a comer una hamburguesa.