#11 · Realmente odio el centro de Málaga
El newsletter de las miserias que incluye una breve guía para pedir café (para compensar)
Lo primero de todo: ya te vale. En el último boletino digo que me voy a Marruecos y luego desaparezco un mes y medio. Y nadie pregunta por mi. Ningún lector o lectora preocupado. Ninguna teoría loca.
Cómo se nota que no habéis visto Hatufim1
En el último episodio…
Hace un mes y pico (!) hablamos de un barco centenario, de freelanceo y de arquitectura rara.
He estado preparando el Especial Marruecos y también pasando por un mal bache (ahora te cuento por qué), así que he invertido los findes en tomar el sol y pasear y/o en hacer cosplay de ameba en casa.
Hoy toca una mezclita de (casi) todo lo que ha pasado últimamente.
Los Málaga Tech Games
El pasado sábado 6 acompañé a mi señora a los Málaga Tech Games, que son como las olimpiadas pero de barrio y con ingenieros/as que trabajan en las empresas tecnológicas locales en lugar de atletas.
Mírales, qué bonicos:

Cuando leí que la idea de hacer un evento como este surgió como una liada –según fuentes oficiales, al menos– tuve tremendos recuerdos de Vietnam de cuando hacía cosas con Open Source Weekends2, y eché de menos esa sensación de pertenencia a una comunidad que tenía el año 1 A.C. (Antes del Covid)
¿Volveran las comunidades y los eventos en los que no te intenten vender alguna criptomierda? We’ll see. En cualquier caso: si el año que viene puedes ir3, te lo recomiendo encarecidamente: ¿es lamentable4? Sí. ¿Divertido? ¡También!
Miserias y cosas buenas
Miseria #1: vivir en el centro
Si estabas por aquí en marzo, recordarás que Olga y yo nos mudamos al centro casi por inercia.
Si no estabas, te cuento: nos tuvimos que ir del piso en el que aterrizamos en febrero porque en verano nos echaban para (probablemente) alquilárselo a algún guiri por el triple de dinero; dicen los locales que cuanto más se acerca el verano, más difícil es encontrar casa, así que nos mudamos a prácticamente el primer piso decente y barato que vimos, en el centro de la ciudad.
¿Y qué pasa con el centro de Málaga? Que es un parque de atracciones para turistas y borrachos, que son dos grupos no necesariamente homogéneos, pero con una distribución más o menos así:
Me encanta la casa y me encanta el barrio, pero me he pasado todo abril sin dormir. El día que no me despierta uno de mis vecinos, me despierta un grupo de ebrios patanes procesionando por debajo de nuestro balcón: de fuera y de aquí, a ver qué te crees.
Coches pasando con la música a toda hostia, señoras peleándose a la 1 de la mañana… podrías hacer una combinatoria tipo Cards Against Humanity y una de cada tres cosas me habría despertado últimamente: ¿trader de oro enajenado comiendo kebab y gritando por teléfono? Check. ¿Prepúberes en patín eléctrico con boombox? Check. ¿Despedida de soltero en svenska? Check check check.
Y claro, la casera me hace luz de gas. “Solo te has quejado tú”, me dijo, “y además, ¡qué le voy a hacer yo!”. Claro, la humanidad nunca se ha enfrentado a este problema antes. No existen soluciones. Cuando nos vayamos de este piso, me pienso llevar el sofá. Si me pregunta, ya sabes qué le diré: “¿que no hay sofá en la casa? ¡Pues solo te has quejado tú!”
Toda esta historia me ha impedido seguir mi ritmo de trabajo y ser feliz en general, como te puedes imaginar. Hasta pillé un virus que me ha durado dos semanas y media, probablemente relacionado de una forma u otra con el cansancio y el mal humor.
PERO no todo van a ser miserias, así que aquí va una cosa buena:
Cosa buena #1: el café ☕️
Como no me gusta centrarme solo en lo negativo, te cuento también una cosa wena de vivir rodeado por 85 cafeterías de especialidad5: me he aficionado al café. No solo a consumir cafeína –que es lo mínimo que consume el común de los mortales para aguantar 8 o 10 horas moviendo píxeles–, también al placer de preparar una buena taza de buen café, incluyendo el proceso de elegir una variedad que te guste y el ritual de medir la ratio molienda/agua, etc.
De tanto pasar por la puerta del Kima, acabé entrando un día y llevándome una AeroPress, un café de Etiopía y un libro del que te hablo abajo, en la sección de recomendaciones.
Dice mi psicóloga que cuando no estamos bien queremos mandarlo todo a la mierda y escapar, pero que normalmente es mejor tener un pequeño ritual de autocuidados. Creo que este es el mío.
El tostador de los Prado
Un día me perdí callejeando y acabé en una pintoresca plaza con una iglesia, unos apartamentos turísticos, una discoteca y un toldo verde con un interesante logo que me llamó la atención; al acercarme vi un cartel que rezaba: “[…] somos uno de los mejores tostadores […] entra y llévate un poco de café”.
Al día siguiente, incapaz de continuar con mis labores de artesano del pixel por la falta de descanso y la enfermedad acuciante, decidí bajar a dar un paseo y probar ese café. El señor que por allí andaba (tostando, claro) me contó que, además del tostador, también tiene una cafetería y me habló de su tienda online.
Cuál fue mi sorpresa al entrar en la web y leer la sección “sobre nosotros”: este señor era el nieto del otrora regente del Café Central, el sitio donde (según cuenta la leyenda) se acuñó la particular forma de pedir café de Málaga.
Si te pensabas que aquí, en la tierra que no se pliega ante el imperialismo yanqui –en lugar de adoptar anglicismos los adapta como le viene en gana– se pide simplemente un café, te equivocas.
Si te tengo que explicar la imagen de arriba igual me da un parraque, así que te dejo este enlace y ya te las apañas tú para hacer como que te has integrado.
Me llevé del Artisan (que así se llama el sitio) otro café de Etiopía, y como me duró bien poco, a los dos días volví a por otro. Ese día estaba allí Rafael Prado (abajo), el padre del señor al que vi tostando el primer día. Y como una es como es, después de hablar con él un rato me dediqué a investigar un poco y a cotillear por ahí a ver si alguien me contaba algo sobre esta leyenda viva de la hostelería malagueña.
Te sorprenderá saber que nuestro carnicero de confianza estuvo proveyendo de carne al Café Central las últimas dos (quizá tres) décadas; dice Manolo que Rafael es un tío fantástico, así que sirva esto como recomendación con doble factor de autenticación para que vayas a probar el flagship de la casa (¡también se puede pedir online!)
Miseria #2: relaciones transaccionales
Seguimos con otra de cal.
La última vez te hablé de la promiscuidad del freelance. Es algo que no eliges, realmente: viene con el pack. ¿No te gustan las jerarquías arbitrarias, hacer siempre (más o menos) lo mismo y controlar (más o menos) tu tiempo? Pues tienes que salir a ligar.
¿Y qué tal me ha ido a mi últimamente? Pues francamente mal. Y eso que mi abuela dice que soy bastante guapo6. En lo que va de trimestre me han hecho (por lo menos) media docena de propuestas, de las cuales han florecido un total de… ¿dos? Y oye, normalmente no me quejaría; es normal que las negociaciones no cuajen, o que un presupuesto se caiga porque un tercero cambió de idea en el último momento. Pueden pasar mil cosas.
Pero hoy sí me voy a quejar, porque esta racha lo merece. Siéntate y llora conmigo.
Una not-clienta me ha dejado tirado a última hora después de habernos dado la mano (digitalmente), tras 5 llamadas de teléfono y mucho mareo con el precio en un span de 6 días, porque no me quise chupar 10 horas de tren para ir (y volver) a currar a Barcelona sin cobrar el desplazamiento. Me avisó con un día de antelación del viaje y no habíamos llegado ni a firmar. Me rechazó por correo, claro, y casi me cuesta otro proyecto que ella sabía que yo iba a rechazar para hacer este.
La otra not-clienta me pidió disponibilidad un viernes para empezar el martes siguiente. El mismo viernes canceló el proyecto porque “el cliente lo despriorizó”. Dirás “bueno, cosas que pasan”. Igual el problema no es que sea la segunda vez que me lo hace, el problema es que son muchos not-clientes operando igual y un solo Ivo para wranglear con todos.
Y el último (y no por ello el peor) not-cliente me tiene esperando hace dos semanas para confirmarme si me tengo que ir a otro país 4 meses o no. Total, no hay prisa: el país no se va a mover. Tiene pinta de que va a ser que no, pero es que me han dicho casi literalmente “no te estamos rechazando, espera un poco más”.
Cosa buena #2
Esta es cosa buena y miseria a la vez: estamos Carlos y yo haciendo el que probablemente sea nuestro último proyecto juntos de esta década, y dentro de ná sale el penúltimo7 – de lo mejorcito que hemos hecho. Es bueno porque si deja de currar conmigo solo puede ser por una cantidad inmoral de dinero, y es miseria porque dejamos de trabajar juntos. Hasta que se canse del curro y/o yo pueda pagarle más, supongo.
Aprovecha y contrátame antes de que me confirmen que me voy a Alaska hasta 2024. Es tu momento.
¿Que qué pasa con Commit Sans? Pues no sé. Igual sigo yo solo. Igual lo rebrandeo a Ivo De Rosa8’s Petit Design Boutique & Friends. Ya veremos.
Recomendaciones
Un restaurante… ¡y un curso!
Fuimos a comer con Andriy y Elena al Iñaki (que está en el top de asadores de Málaga, por lo visto), y cuando vimos en la mesa el flyer del curso de barbacoa que hace Iñaki himself, no pudimos evitar apuntarnos.
¿Merece la pena el asador? Yo digo sí.
¿Merece la pena el curso? Depende. Comes bien, aprendes cosas, conoces gente, bebes vino… pero está enfocado a hosteleros, las cosas como son. Preparas unos cuantos platos y hay una pequeña competición entre los asistentes, y los mejores platos (que fueron los nuestros, claro) se llevan un tinto de Iñaki by Iñaki en colaboración con Iñaki para bodegas Iñaki.
Un disco
Un poco de electro-punk mezcladito con rap para aguantar el lunes:
Un libro
Me compré un libro de Mario Perelló que se llama El café como nunca te lo habían explicado. Aunque la edición parece bastante casera, el contenido es fantástico: aprendí qué tipos de café hay, cómo se recolectan y preparan para su consumo y mil cosas más.
Leerlo me hizo mejor persona y más atractivo. Cómprate 3.
Un juego
No sé si te he recomendado ya este lindo juego de arañitas (tiene modo aracnofobia, ojo) o este simulador de paseos en bici, pero en cualquier caso, esta semañana toca Disco Elysium: un juego de rol donde eres un detective alcohólico y amnésico que tiene que resolver un asesinato un tanto escabroso.
El guión es absolutamente demencial.
Yo tampoco. He visto Homeland, que seguramente es el mismo tipo de propaganda pero cambiando las banderas y poco más
Si conoces a Ulises Gascón, sabes de lo que hablo
Si te invitan (o si los hacen abiertos al público)
Había media docena de chavales/as visiblemente atléticos/as, pero el resto de participantes eran oficinistas que no ven la luz del sol desde el instituto, como te puedes imaginar
Bienvenido/a a mi TED Talk: Luces y sombras de la gentrificación
Hace mucho que no me lo dice y sé que lee el newsletter, así que: abuela, si has leído hasta aquí, ya sabes
Este fue el cliente estrella del Q1, que son majos, no marean y pagan (más o menos) a tiempo
Es mi segundo apellido, que suena más caro